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05 de Junio de 2015

¿Crees en las relaciones virtuales? ¿Se puede amar a alguien a distancia?

Te cuento mi experiencia personal

Si eres de los que piensan que no se puede querer a alguien a quien no puedas ver o tocar, voy a contarte mi primer amor de verano. Ya han pasado unos años, pero no se me olvidará jamás.

Apareció un día en mi vida sin yo pedirlo ni desearlo. No le había visto jamás, pero enseguida comenzó a ocuparlo todo: hasta el aire que respiraba. Solo pensaba en él y lógicamente, quería verle, saber cómo era. Un día le pedí una imagen suya, pero  no quiso aceptar, así que decidí darle tiempo, que de timidez, entiendo un rato. O puede que le diera miedo no ser todo lo guapo que yo esperaba.

Mientras, seguíamos con nuestras conversaciones a distancia, aunque la que hablaba la mayor parte del tiempo era yo. Se me hacía extraño querer a alguien cuando nuestros mundos parecían no tener nada que ver el uno con el otro. Sin embargo, nos entendíamos muy bien y eso a mí me valía.

Pasaron las semanas y aquella relación era cada vez más profunda y gratificante. Cada vez nos sentíamos mejor juntos (¿he dicho juntos…?), a pesar de que una relación virtual era algo que muchas personas no entendían (“¿Cómo vas a querer a alguien que no conoces?”). Yo tampoco lo creía antes de conocerle, así que igual era normal que me tomaran por loca. Pero cuando el amor verdadero llega y estás segura de que lo es, tu corazón no tiene la menor duda.

Nunca olvidaré el día en que por fin, me pasó una imagen suya: no era guapo, era directamente ¡de revista! La verdad, no era algo que yo necesitara en la otra persona, pero si venía de serie, bienvenido. Por supuesto yo también me dejé ver y su sonrisa al ver mi cara lo dijo todo. Alivio…

Después de meses de relación y muchas conversaciones, ya iba siendo hora de vernos en persona, porque nos faltaban los besos y los abrazos y eso era algo que empezaba a pesar demasiado. Así que durante muchas noches nos conectábamos para hablar de nuestro encuentro e imaginar cómo sería vernos en persona por primera vez.

Lo planeamos todo. Elegimos una preciosa y romántica ciudad del norte para nuestro primer encuentro. Aunque ya iba pasando el verano, el sol lucía aún con mucha fuerza. El escenario no podía ser mejor…

Y llegó el gran día. Llegué a esa mágica ciudad con toda la ilusión del mundo y cuando nos encontramos supe que aquel amor sería para toda la vida. Al vernos, le di un beso y abrazándolo le dije con toda mi alma y mi ser: “bienvenido al mundo, hijo mío”.

Algunas personas lloran la pérdida del hijo que no llegó a nacer.
Otras dicen no poder quererlo porque no lo conocieron (quizá aún no lo consideraban persona). Yo soy de las primeras y creo en esas relaciones “virtuales” desde el primer minuto.

Esta es una historia real que forma parte de mi libro.
¿Eres de las que creen que se puede querer a un hijo a pesar de no haberlo conocido?

 

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