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12 de Mayo de 2015

Un hijo es lo más egoísta que hay (I)

"¡Mamá!", "¡Papá!", "¡Agua!", "¡Pis!", "¡Ven!", "¡Pupaaaa!"...

Seguro que mientras leías el título, aún se te han ocurrido 300.487 demandas infantiles más y aún me quedo corta, ¿cierto?...

El día es soleado y decides bajar al parque para que tus retoños jueguen un rato. Te llevas al perro, tu bolso, tus patines para acompañar a la niña, los suyos, tu cazadora y las chaquetas de ellos, porque el tiempo aquí está loco y nunca se sabe. Suerte que ya merendaron y no tienes que sujetar también algún bocadillo. Y aún viene el niño y te dice: "¡Llévame el balón!"... "¿En las orejas?, porque manos no me quedan". Típica escena de tarde al salir del colegio. Te suena, ¿verdad?

También ocurre que en el súper, haciendo la compra, te llevas todo un estante y acabas camino a tu casa con tres bolsas en una mano y otras tantas en la otra. En la cabeza nada (que lo ensayaste, ¿eh?, pero es batalla perdida). Y ahora a tu niño le apetece que lo lleves en brazos. No hace falta que siga describiendo la escena.

O si tienes dos criaturas muy seguidas, como fue mi caso, mientras a uno le toca la siesta, al otro le toca comer. La siesta en cama o cuna es imposible, porque se levanta más veces de las que puedes volver a acostarlo. Así que la sillita de paseo es más socorrida. Y además, al "Señordonpequeñodelacasa" le gusta con meneito. A mandar... Mientras, en un brazo, la niña. Con la mano que te queda libre, le vas limpiando la carita y con el pie, meces al niño con la esperanza de que ese día caiga rendido antes de que la niña llore... Todo un arte esto de ser madre.

"Un hijo es lo más egoísta que hay, sólo piensa en él mismo", me dijo un día una amiga. Ella tuvo el primero años antes que yo. Entonces, la miré primero con asombro y después con gesto de "pues igual vas a tener razón".

Pues bien. Ahora recuerda tu infancia. Yo estoy haciendo lo propio con la mía y hasta he subido mi foto, para ir entrando en situación.

Si tienes diván o prado de hierba a mano, ponte cómodo. Ahora, intenta recordar cómo eras tú de pequeño, cómo te sentías, por qué actuabas como lo hacías.

Seguro que cuando le dabas tu balón, o tu muñeca, o tus coches a tu madre, era porque te habías cansado de jugar con ellos. Preferías investigar hacia dónde iba la hilera de hormigas que paseaba paralela a ti. Interés científico lo llaman.

Seguro que cuando pedías brazos era porque estabas cansado, o tenías sueño, o necesitabas mimos. No pretendías cargar a tu madre con 15 kg. de añadido a la compra, aunque el resultado real fuera ese mismo.

Seguro que cuando no querías siesta era porque entendías que el mundo era demasiado extenso y había mucho por hacer y explorar y creías que durmiendo te lo ibas a perder todo...

Seguro que hasta puedes recordar aún cómo te sentías cuando pedías... No eras un aguafiestas, ni un tirano.  Tampoco eras un egoísta.

Cierto que cuesta estar a todo y no olvidarnos de que son niños y piensan y sienten de forma distinta a los adultos. Su lógica no es la nuestra. Es difícil ser niño porque no siempre te entienden. Y es difícil ser madre, por lo mismo. Cada uno está en su posición acompañando al otro, pero las necesidades son distintas.

Pero como una es soñadora por naturaleza, buscó una solución, aunque solo fuera en en su rico mundo imaginario... Esto te lo cuento en el siguiente post.

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Hasta entonces...

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