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18 de Mayo de 2016

Broches: Caperucita, Lobo y Lobito en bicicleta

La verdadera historia de Caperucita Roja

De pequeña me reventaba pensar que hubiera tanta violencia en las historias creadas para los niños. Lobos que se comían a señoras mayores, niños que eran devorados por ogros, gigantes que raptaban niños y niñas esclavizadas por sus madrastras...

Así que, ahora que soy mayor (o eso creo), voy a contarte la verdadera historia de Caperucita Roja. Una niña que como todas las niñas, acabó creciendo y se convirtió en una joven rebelde, de esas que quieren cambiar el mundo y nunca se conforman con un "no". 

Como ves, me he permitido hacer esta ilustración personalizada de la familia de Lobito, que ya mismo vas a conocer. Esta es su historia...


 

 

La verdadera historia de Caperucita Roja

Resultó que la abuela de Caperucita era ya muy mayor y su madre decidió que no era plan tener a la joven todo el día paseando su cesta por el bosque. Así que contrató a una amable asistenta, que cuidaba a la ancianita día y noche. De este modo, su hija tendría más tiempo para dedicarse a lo que más le gustaba: la repostería artesana.

Con mayor libertad que nunca, Caperucita pensó en independizarse. Había ahorrado ya suficiente dinero con la venta de mermelada de arándanos, en los mercados de los pueblos de alrededor. Así que decidió invertir sus ganancias en construir una casa cercana a la de su madre y su abuela, porque en el fondo, ella era muy familiar.

Un buen día, aburrida ya de tantos años evitando los caminos por donde el Lobo pasaba, quiso ir a bañarse al río por el camino más corto. Y cómo no, se encontró con el peludo animal, que era un joven de costumbres.

Lobo había crecido mucho desde la última vez que se vieron. Cuando vio que la joven se acercaba, se plantó en medio del camino, luciendo pechera.

- ¿Donde vas, preciosa Caperu? Hace mucho que no nos encontrábamos...
- Hola Lobo, te sientan bien los años, tienes buen pelo. Voy al río a pasar la tarde. Si quieres acompañarme...
- Claro, no me entusiasma el agua, pero... tú sí.

Así que Caperucita y Lobo estuvieron toda la tarde junto al río, charlando de los viejos tiempos. Ella le contó cómo evitaba encontrarse con él, porque su madre le tenía prohibido acercarse a su especie. Después de lo ocurrido, la consideraba peligrosa.



Ante tal arranque de sinceridad, Lobo confesó a Caperucita que aquel desliz que tuvo años atrás queriendo comerse a su abuelita, no fue más que la presión del entorno por seguir con las costumbres de familia. Pero ahora, se había vuelto vegetariano y sólo comía lo que él mismo cultivaba en su hermoso huerto. Le daba tantos alimentos, que se estaba planteando vivir de la venta de verduras y hortalizas.

Tras despedirse, la joven volvió a casa con la sensación de que tenía mucho en común con aquel Lobo al que llevaba años evitando. Aunque era un poco rústico en las distancias cortas, tenía su "aquel": unos ojos profundos y una larga cola...

Cuando al día siguiente fue a visitar a su madre y le habló del reencuentro, ésta le previno acerca del Lobo.
- Hija, que no te engañe su labia. Tú eres una mujer de tu tiempo y él sigue siendo un Lobo salvaje por mucho que haya cambiado. Intentará que vivas con él, que dejes de trabajar, que le limpies la casa, le cuides su huerto, tengas muchos hijos y hasta que veles sus sueños... Y cuando se canse de ti, te comerá.
- Tranquila mamá, que tengo mis propios planes.

Así, los jóvenes volvieron a verse muchas más veces y Caperucita Roja, ahora lo era más por sus mejillas que por su caperuza. No podía evitar sonrojarse al ver a aquel fornido Lobo acercándose por el camino, cada vez que quedaban para pasar las tardes charlando sobre la hierba fresca de la orilla del río.

Pero ella, que era muy lista y precavida, decidió actuar. Sabía que la gente no cambiaba fácilmente y que tendía a juzgar sin antes conocer. Había oído que muchos lobos acababan siendo rajados y les metían piedras en la tripa. Después eran cosidos y acababan ahogados en el río cuando se acercaban a beber. Así que para evitar que los peludos modales de Lobo incomodasen a alguien (ella incluida) decidió hacerle una pequeña "Lobitomía". Con ello ahorraría muchos meses de psicoterapia, que vendrían mejor para amueblar su nido de amor. Caperucita era una chica decidida que no se andaba por las ramas.

 

 

Aquel día por la tarde, cesta en mano, fueron al río como de costumbre y obsequió al Lobo con un suculento bizcocho de mermelada casera. Y él que apreciaba la buena repostería, lo comió sin notar el sabor de las hierbas que acabaron dejándolo adormecido. Entonces, Caperucita sacó de su cesta unas tijeras y las agujas de tejer y abrió el coco de Lobo. Tras hacer unos pequeños ajustes en su cabeza, lo cosió magistralmente con lana roja. Dejó fuera ramalazos de machismo y algún resquicio de violencia que aún quedaba en el ser más profundo de aquel animal al que amaba. No tocó nada más. Así, se aseguraba un futuro feliz para los dos.

Cuando Lobo despertó, se acercó al río a beber, pues notaba la boca muy seca. Al ver su cicatriz roja reflejada en el agua, alucinó. No podía estar más contento: la joven que le gustaba, había sido capaz de realizar el cosido más macarra que jamás hubiera conseguido de manos del tatuador más profesional. Se sintió muy feliz... y extrañamente tranquilo. Tenía ante sus ojos a la chica de sus sueños y la besó con tanta dulzura que lo único que los labios de ella articularon fue:

- Lobo, ¡vente a vivir conmigo! 

Y así fue como dos almas tan distintas descubrieron que, salvando ciertos obstáculos, podían vivir juntas y felices. Decidieron que su hogar fuese la casa de Caperucita, porque los lobos en esto de la decoración y el confort, andaban muy perdidos. La casa de Lobo quedó como oficina del negocio de Repostería artesana y Huerto ecológico que montaron juntos. 

 

Bicicleta antigua, broche lobo, lobito

 

Hoy en día, en el bosque la vida sigue... y el amor también. Bebé Lobito es el fruto de un amor que parecía imposible. Papá Lobo está aprendiendo a crear juguetes de madera para él. También le ha regalado una bici en su primer cumpleaños. Por el momento el bebé se entretiene así, pero quizá algún día tenga más hermanos con los que jugar.

Caperucita es feliz viendo como a veces la gente cambia (aunque sea con una ayudita).
Su madre ha entendido que las apariencias a veces engañan.
Lobo, junto a su familia, visita todos los días a la abuelita. Y una vez por semana, le llevan una cesta llena de ajos como calabazas y tomates como balones, cultivados especialmente para ella.
Y el señor que años atrás disparó a Lobo en el culo, realiza trabajos sociales en un refugio para animales abandonados.

- FIN -
(De momento...)

Texto e ilustraciones: @lluviadelove

Bicicleta antigua, broche lobo, lobito

 

 

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